19.3.07

Está bueno ser musulmán.

Sumario Ensayo Utilitario, quizá Herético, sobre Escatologías Comparadas.


Nunca fui un alumno destacado en la materia Religión. Siempre me la llevé a marzo. Pero me parece ahora que me bochaban más por preguntón que por mal estudiante. Tuve suerte en recibir mis clases sobre el final del siglo veinte. Peor me hubiera ido cinco o diez siglos antes. Hay que tener cuidado con este ensayo. Puede contener errores y, por lo tanto, ser herético. En cuestiones de Fe, cualquier cosa que se salga del Dogma es herejía. Menos mal que la herejía ya no es un delito. No me gusta que me constituyan como delincuente.

No es mi intención bucear en la fortaleza y coherencia de las elaboraciones metafísicas que sostienen al Cristianismo y al Islam. Sería muy pretencioso para mí. Sólo busco un fin práctico, utilitario. ¿Qué gano con ser un buen chupamedias de Cristo? ¿Qué gano con ser un buen alcahuete de Mahoma? Ésas son las únicas preguntas que me hago. Voy a lo importante. Los demás es puro cuento. Mis primeras averiguaciones desembocan en una sorpresa: las dos preguntas tienen la misma respuesta: el Paraíso.

Si quisiera terminar este ensayo aquí, la conclusión que se impone es que da lo mismo pertenecer a cualquiera de las dos religiones. Pero no es un colofón acertado. Sendos edenes son muy diferentes. Hay que elegir:

El Paraíso de los Cristianos es un lugar de placer y sosiego. Pero no se sabe en qué consisten esos sustantivos. Nada terreno hay allí, ni bueno ni malo. Dicen por ahí (no importa quién lo dice, esto es puro utilitarismo) que un monje medieval, muy devoto de Cristo, muy santo el hombre, rogó, en una oración matutina a Dios, que se le adelantara una imagen del Paraíso. ¡Bien por él! ¡Eso es saber presionar! ¿Para qué, si no, tanta buena conducta si uno no obtiene algún beneficio de ella? Una vida santa es un presupuesto que hace merecer un adelanto, un avance, una cola cinematográfica por lo menos. Después de su rezo, el monje fue a pasear por un bosquecito del monasterio y se detuvo a escuchar el canto novedoso de un pájaro hasta entonces desconocido por él. Y al regresar a sus tareas en su claustro, comprendió que Dios había accedido a su pedido, porque vio al monasterio muy cambiado y, tras pocas averiguaciones, comprendió que, desde su última oración hasta ese momento, habían transcurrido cuatrocientos años. Bien, de allí hay que sacar datos para averiguar cómo es el Paraíso de los Cristianos. No hay más fuentes.

El Paraíso de los Musulmanes es un lugar de placer y sosiego. Y se sabe muy bien en qué consisten esos sustantivos. Todo lo bueno y legítimo terrenal está en el Paraíso, y lo malo es inexistente. Quien accede a ese lugar, se encuentra en una pradera idílica, de clima perfecto, con manantiales de leche y miel, y disfruta de buena música, de banquetes y manjares, de eterna buena salud. Y para los hombres hay un premio extra: en el Paraíso de los Musulmanes viven las huríes: jóvenes y hermosas mujeres, cuyos besos dejan un sabor dulce en la boca y cuya virginidad se recompone tras el acto amoroso; en síntesis: eternos pimpollos que prometen ser pronto rosas, pero con una promesa que dura toda la eternidad. Bien, ése es el Paraíso de los Musulmanes.

Conviene ser musulmán, es la conclusión de este ensayo práctico y utilitario. El Islam es una religión con mayores exigencias formales para el practicante, es cierto… pero también es cierto que “pertenecer tiene sus privilegios”.